Como se puede dejar pasar algo que no se puede concebir en un país que cree ser democrático. En un país que construye diariamente bases para no equivocarse nuevamente, para no volver a gobiernos autocráticos.
El respeto a un pensamiento único solo puede darse en un país con un gobierno antidemocrático, que no permite la diversidad de opinión, que no respeta la libertad de expresión, de conciencia, de voto o de culto. Un pensamiento descalificador de quien piensa diferente.
Cuando uno escucha opiniones contrarias a la libertad de expresión anteponiendo escusas ausentes de razonamientos justos o inteligentes pensamos tristemente cuanto puede el autoritarismo con nuestras costumbres e ideas democráticas.
Como podría alguien desvalorizar el voto de una cantidad de ciudadanos o juzgar a aquellos que piensan distinto por el solo hecho de estar en la vereda de enfrente, políticamente hablando. Y es más imperdonable cuando el que lo hace es de la cultura y tiene la obligación de defender los principios y los valores de una sociedad justa.
En una democracia se abre la posibilidad de apoyar lo que se ha manejado bien, de corregir o mejorar lo que ya se ha realizado, produciendo así, con el ejemplo, mayores iniciativas de los ciudadanos.
Hoy miraba la televisión y pensaba que el poder de las imágenes y del audio pueden ser los más graves enemigos de aquel que miente, del corrupto, del que con exabruptos pretende imponer medidas acallando malestares. Nada queda oculto a la larga la verdad surge airosa.
Me gustaría tanto estar orgullosa de quienes hoy hacen su tarea en cualquiera de los puestos ganados por medio del voto democrático, esos votos provenientes de quienes pensaron que valía la pena ponerlos en esos lugares.
Todos los días muchos somos los que leemos, observamos y miramos críticamente y es bueno que así ocurra. El pensamiento único no es una práctica democrática.
El respeto a un pensamiento único solo puede darse en un país con un gobierno antidemocrático, que no permite la diversidad de opinión, que no respeta la libertad de expresión, de conciencia, de voto o de culto. Un pensamiento descalificador de quien piensa diferente.
Cuando uno escucha opiniones contrarias a la libertad de expresión anteponiendo escusas ausentes de razonamientos justos o inteligentes pensamos tristemente cuanto puede el autoritarismo con nuestras costumbres e ideas democráticas.
Como podría alguien desvalorizar el voto de una cantidad de ciudadanos o juzgar a aquellos que piensan distinto por el solo hecho de estar en la vereda de enfrente, políticamente hablando. Y es más imperdonable cuando el que lo hace es de la cultura y tiene la obligación de defender los principios y los valores de una sociedad justa.
En una democracia se abre la posibilidad de apoyar lo que se ha manejado bien, de corregir o mejorar lo que ya se ha realizado, produciendo así, con el ejemplo, mayores iniciativas de los ciudadanos.
Hoy miraba la televisión y pensaba que el poder de las imágenes y del audio pueden ser los más graves enemigos de aquel que miente, del corrupto, del que con exabruptos pretende imponer medidas acallando malestares. Nada queda oculto a la larga la verdad surge airosa.
Me gustaría tanto estar orgullosa de quienes hoy hacen su tarea en cualquiera de los puestos ganados por medio del voto democrático, esos votos provenientes de quienes pensaron que valía la pena ponerlos en esos lugares.
Todos los días muchos somos los que leemos, observamos y miramos críticamente y es bueno que así ocurra. El pensamiento único no es una práctica democrática.
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