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miércoles, 17 de noviembre de 2010

CON HAMBRE NO SE PUEDE PENSAR

Mirando los blogs preocupada por la muerte por desnutrición de Milagros Benitez en Montecarlo (Misiones) llegue Red Latina sin Fronteras, donde leí lo que había escrito Silvia Melo "El hambre en los Yerbatales", triste y vergonzoso es tomar conocimiento de que aún hoy la explotación humana es cosa de todos los días en los yerbatales, los niños dejan la escuela para ocuparlos en la quebranza (desgajar las plantas en los yerbatales). Sus frágiles brazos carentes de "proteínas en los músculos, en plena formación, sin nutrientes, sin energía" como lo cuenta Melo, tratan de realizar ese trabajo junto a sus padres en doble y hasta triple tiempo que llevaría una faena normal, más allá de que no es una tarea para niños. La Ley 2248 de la Dictadura militar (Régimen de Trabajo Agrario) esta aún en vigencia y limita al máximo los derechos laborales del Tarefero y es así que cobran $450 a $600 en tiempo de cosecha y el resto del año pasan hambre porque no hay otra actividad. Los más pequeños sufren las consecuencias. Los subsidios no alcanzan para remediar el hambre, El proyecto "Hambre 0" llevado a cabo por el Gobernador de Misiones no llega a paliar lo grave de la situación. Siempre pensé que los subsidios son para resolver urgencias y no para lograr soluciones de mayor envergadura, no hay trabajo, no hay proyectos donde se enseñe a cultivar la tierra. Existe el INTA que provee semillas y orienta sobre cultivos y al parecer nadie lo consulta. No se puede avanzar pensando que algunos pocos sufren el hambre en Argentina mientras se pelean en el Congreso y estos temas no se tratan. La FAO afirmó en marzo de este año que 9 millones de niños en Argentina pasan hambre y realmente es muy triste que no hayamos tomado conciencia que tenemos un futuro comprometido "Con hambre no se puede pensar".

lunes, 1 de noviembre de 2010

CUANDO EL ESCRIBIR NOS PERMITE RECREAR EL PASADO

Es bueno volver a leer algunos pasajes escritos cuando nos llevan a recrear el pasado, más cuando volvemos a pisar esos lugares donde el progreso hizo maravillas pero también se llevó lo pintoresco y natural del lugar. La civilización avanza, el hombre construye y destruye a la vez, y muchas veces cambia totalmente su habitab en busca de riquezas, que traerá como resultado la pérdida irremediable de los recursos necesarios para la vida. Nos asombramos de los vientos huracanados que aparecen incomprensiblemente en lugares que nunca se dieron, y nadie se pregunta cuanto de responsabilidad tienen, aquellos que talan indiscriminadamente sus selvas. Vemos que para aumentar sus áreas de cultivos, ya no dejan líneas de árboles que servían para cortar los vientos, son páramos infinitos. Donde hubo montes, hoy solo es una línea que por las noches cuando viajamos por las rutas nos impresionan. Nadie se plantea los perjuicios que acarrea cuando solo se piensa en los resultados económicos.
Hace algunos años escribí pasajes de mi infancia en forma de cuentos cortos, mis personajes fueron mi familia y mi peculiar ambiente: mi querida Concepción de la Sierras (Misiones), allí describí lo que mi memoria me permitio recordar y que hoy no está, según lo que pude apreciar en este viaje que hice en este 2010:
CUENTO: EL COUNTRY (fragmento)
“Los días de verano eran largos y calurosos, llegaba a una temperatura superior a los 42°C, nuestra diversión principal era hacer unos kilómetros e ir a bañarnos al “Country”, lugar donde un ojo de agua había surgido entre las rocas formando un estanque, en unas de las chacras cercanas al pueblo.
Mientras nos acercábamos al lugar, podíamos escuchar a lo lejos el sonido del agua cristalina que corría formando una laguna rodeada de arboleda y con rocas en sus costados. Se podía ver los pies entre las piedras mientras pequeños peces y negras anguilas se deslizaban suavemente con la corriente.
Entre grandes helechos, culantrillos y musgos se podía observar piedras de colores en su fondo, era tan bello el lugar que uno sentía que se reconciliaba con Dios ante tanta hermosura.
Recuerdo que para llegar al lugar se formaba una fila india porque el sendero era estrecho y sinuoso entre pastizales altos con un aroma especial a pasto seco y un miedo a las víboras que a la siesta salían a tomar sol arrolladas bajo uno de sus enredados montículos o debajo de una piedra, por ese motivo, siempre íbamos provistos de una vara larga que la usábamos para separar los pastos. Jamás lo hacíamos en silencio siempre nos acompañábamos con chistes, cantos o simplemente alguna conversación relativa a lo que haríamos cuando estuviéramos en el lugar.
Generalmente llegábamos cansados porque en la parte más baja estaba el pueblo y habíamos recorrido sin darnos cuenta, un terreno que se elevaba. Me parece ver esos caminitos ondulados y rojizos desde el pueblo, que se perdían en los montecitos a lo lejos. Concepción dado a su proximidad de las sierras del Imán parecía estar en un poso. Nunca olvidaré cuando me aleje del pueblo en 1961, la arboleda tupida pasaba raudamente a los costados y atrás quedaba un caminito que se empequeñecía mientras el camión que llevaba la mudanza daba vueltas y vueltas mientras subíamos por la pendiente hacia la Ruta, en aquellos tiempos de tierra. Seguramente hoy los caminos no serán como mi memoria los recuerda, el asfalto del progreso también llegó a mi pueblo si los mapas no mienten y sus símbolos cartográficos son verdaderos.”
MEM-2005